Tu olor constante provoca que mi cabeza irremediablemente recuerde el breve instante que te cruzaste por mi camino, ¿Cómo fue?, creo que como la mayoría de las cosas en mi vida, casualidad.
Basto una película, una perspicacia de terceros y tus dedos entrelazando los míos para que al fin descifrara tu mirada. Fue una mórbida relación, esconder y aparentar miradas frente a los amigos, algo casi imposible.
Lo mejor de este recuerdo: tú, yo, Bellas Artes, Barragán, cuatro amigos, unas escaleras monumentales, dos velas, una terraza con vista a la catedral y la promesa de un reencuentro.
El despertar de la lucidez puede no suceder nunca, pero cuando llega, si llega, no hay modo de evitarlo. Y cuando llega, se queda para siempre. Se entiende, aunque no se lo quiera aceptar, que la vida nace con la muerte adosada, que la vida y la muerte no son consecutivas, sino simultáneas e inseparables. Si uno puede conservar la cordura y cumplir con normas y rutinas en las que no cree es porque la lucidez nos hace ver que la vida es tan banal que no se puede vivir como una tragedia.
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1 comentario:
Esas casualdades, ah, me dejó soñando este post :p
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