¿Que tan alto es el cielo?, ¿que tan profundo es el mar? Y ¿donde estoy?, en un punto medio de todo y nada, en el tercer accidente de este sistema solar, de esta realidad. ¿Qué hay más allá? Donde mis ojos no ven, ni mis oídos alcanzar a oír, donde mis sentidos se limitan a lo que están acostumbrados a percibir. Que hay detrás de las miradas furtivas y los andares apesadumbrados, que se cruzan en mi diario caminar. ¿Por qué me siento tan pequeña?
El despertar de la lucidez puede no suceder nunca, pero cuando llega, si llega, no hay modo de evitarlo. Y cuando llega, se queda para siempre. Se entiende, aunque no se lo quiera aceptar, que la vida nace con la muerte adosada, que la vida y la muerte no son consecutivas, sino simultáneas e inseparables. Si uno puede conservar la cordura y cumplir con normas y rutinas en las que no cree es porque la lucidez nos hace ver que la vida es tan banal que no se puede vivir como una tragedia.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario